Los juegos de acción e infiltración también han sabido crear algunos de los personajes más emblemáticos de la industria del videojuego, y en esta oportunidad hablaremos acerca del espía Sam Fisher, de la saga Splinter Cell.
Veterano de la CIA, Sam trabaja para el grupo Third Echelon, un brazo secreto de la NSA. A lo largo de más de 6 juegos y otras tantas novelas, escritas por el reconocido autor Tom Clancy, hemos descubierto la dura vida y los rasgos principales de este súper agente.
Calculador, serio y muy preciso, Sam no se involucra sentimentalmente con sus compañeros de trabajo. Acostumbrado a las traiciones, es un personaje rodeado de gente, pero solitario.
En el primer juego, Splinter Cell (Xbox, PS2, 2002), Sam debe detener a un terrorista que busca realizar una limpieza étnica en la región de Tbilisi, Georgia. Bombas nucleares, miembros desaparecidos de la CIA y todos los elementos que esperamos en las novelas de Tom Clancy se conjugan en un título que sentaba las bases para el oponente principal de otro gran agente secreto: Solid Snake.
Sin embargo, las historias de Sam Fisher están cargadas de ese patriotismo estadounidense tan particular, y detestable para algunos (entre los que me encuentro).
Ideología al margen, Sam Fisher es un personaje realmente interesante que hace gala de armas y vehículos que hasta el mismo James Bond envidiaría. Las tramas, siempre relacionadas con el terrorismo y el espionaje, vienen acompañadas de traiciones y flashbacks al pasado de personajes que terminan configurando una estructura cinematográfica. De allí, que el personaje adquiera valor a los ojos del jugador, estamos ante una persona que ha vivido muchas desgracias y sigue aquí, narrando sus vicisitudes.
Con excelentes títulos, entre los que destacan Chaos Theory, Double Agent y Conviction, Sam Fisher y Splinter Cell son el mayor exponente de la competencia contra la serie japonesa Metal Gear.